La evolución de la especie humana sobre la tierra comienza hace unos dos
millones de años en África oriental. No obstante, en Europa el ser humano se ha
datado en fechas más tardías, así el homo antecessor posee una cronología relativa
en torno a los 800 mil años. Pero en la Sierra de las Nieves, al día de hoy, la
ciencia y técnicas historiográficas sólo han permitido fijar la presencia humana a
partir de los restos de la Cueva del Tajo de Jorox, pertenecientes al estadio
cultural Solutrense (entre 20.000 y 15.000 años a.C.) del Paleolítico Superior.
Hablamos de sociedades primitivas cazadoras y recolectoras, que utilizaban las
cavidades, abundantes en el sistema kárstico de la Sierra de las Nieves, como
lugares de hábitat.
Ya se ha apuntado que la investigación histórica en nuestra comarca es parca, por no
estimarla de inexistente. De tal modo, que habremos de dar pasos de gigante en la
dilatada línea del tiempo, abordando a continuación los primeros indicios que el ser
humano dejó en la Sierra durante el Neolítico. Estos primeros testimonios se
identifican con los restos líticos y cerámicos hallados en la surgencia de
Zarzalones (Yunquera) y en la Cueva de la Tinaja, cerca del Peñón de los Horcajos, a
unos 5 kms. del actual núcleo urbano de Tolox, donde aparecieron restos de tres
vasos cerámicos decorados,.
Pero el yacimiento neolítico más notorio de la comarca, e incluso fuera de sus
límites administrativos, es El Charcón. Ubicado en cerro Ardite, dentro del término
municipal de Alozaina, podríamos estar hablando de un hecho singular y
extraordinario al tratarse de un yacimiento con una cultura material del “neolítico
de cuevas” a la intemperie. La cronología relativa para este yacimiento se ha
cifrado en torno al sexto milenio a. C.
Como elementos más significativos de la cultura material del yacimiento de El
Charcón tenemos la cerámica cardial y la cerámica a la almagra, además de numerosos
útiles de piedra pulimentada y pulseras y colgantes manufacturados con conchas
marinas. De estos elementos materiales se puede deducir que estamos ante sociedades
aún cazadoras y recolectoras, pero que tienden a la sedentarización y a la práctica
de una primigenia domesticación de animales. La otrora denominada “revolución
neolítica” no desembocará, como antiguos postulados proponían, en una práctica de la
agricultura. La agricultura no se dará plenamente, por estos lares, hasta estadios
muy avanzados de la Edad del Bronce.
Pero entre el Neolítico y la Edad del Bronce se inserta el siguiente periodo de la
prehistoria, la Edad del Cobre, también denominado Calcolítico o Eneolítico, y del
que haremos un somero análisis.
Se considera como una de las principales características del calcolítico la
utilización de metales para la elaboración de sus útiles, especialmente del cobre. Y
precisamente debido del uso del cobre deriva la nomenclatura de "calcolítico".
Las muestras más antiguas de útiles de cobre pertenecen a los últimos momentos del
Neolítico en el tercer milenio a.C., generalizándose su uso desde el segundo milenio
hasta el primer milenio a.C.
De la Edad del Cobre tenemos una buena proporción de yacimientos documentados en la
Sierra de las Nieves, concentrados buena parte de ellos en Cerro Ardite o en sus
aledaños. Destacan entre dichos yacimientos los dólmenes (formas arquitectónicas
para enterramientos colectivos construidos con grandes piedras) de La Cuesta de los
Almendrillos y El Tesorillo de la Llaná, en Alozaina, y el Cerro de la Cruz Blanca,
en El Burgo. Se trata de claros exponentes del megalitismo adscrito a la Edad del
Cobre.
Ya en la Edad del Bronce, entre el 2.000 y el 1.000 a.C., aproximadamente, en la
Sierra de las Nieves se han documentado varias necrópolis de cistas. En Tolox se han
descubierto unas tumbas con restos humanos en posición fetal y unos aretes de cobre,
en la finca conocida como Lobato, que parecen datar de la Edad del Bronce. De igual
modo se ha documentado otra necrópolis en el valle de río Grande, en un paraje
ubicado en los límites municipales de Guaro y Coín. De la misma época parecen
datarse algunas minas localizadas en el término municipal de Ojén.
Junto a la generalización de la metalurgia del bronce, la agricultura y la
ganadería, se siguen observando prácticas subsistenciales tan antiguas como la
recolección, la caza y la pesca. En estos momentos surgen los primeros
proto-estados, los cuales se caracterizan por la aparición del fenómeno urbano, con
un control centralizado de la producción, donde existe una gestión administrativa y
una estructura social jerarquizada. A partir del siglo VIII a. C.
griegos y, sobre todo, fenicios se establecerán en la cercana costa para establecer
factorías y colonias que comercien con la población indígena del interior. Se
produce así, un proceso de aculturación de la población endógena que les conducirá a
la adopción de la escritura, el uso de la moneda y la metalurgia del hierro, entre
otras apropiaciones socio-culturales. Aunque son más los
yacimientos de esta época existentes en la comarca, sobresale el de Los Altabacales.
Se localiza en la cuenca del río Turón, en El Burgo, estando fechado entre los
siglos VIII y VI a.C. y consta de una zona de hábitat y necrópolis. Este yacimiento,
junto con muchos otros, se localiza en la vía de penetración natural hacia la
depresión de Ronda que supone la Sierra de las Nieves, conectando la costa con el
interior a través del valle fluvial de río Grande, primero, y de Puerto Martínez
(Casarabonela) y Puerto de las Abejas (Yunquera), más tarde. El
territorio de la Sierra de las Nieves sufrirá el trasiego de pueblos y culturas, así
la población indígena será sometida por cartagineses y romanos, asentándose en ellla
éstos últimos durante 700 años aproximadamente, desde finales del siglo III a.C.
hasta finales del siglo IV d. C. De la presencia romana en la
comarca contamos con excelentes referentes, sobresaliendo las calzadas romanas de
Casarabonela y Monda, el puente romano sobre el río Turón en El Burgo, además de
ingentes villae rurales y un vasto sinfín de restos cerámicos y monedas.
La dominación romana sentará las bases de la identidad cultural
que hoy poseemos, introduciendo rasgos, presentes aún hoy, como la trilogía
mediterránea del cultivo de vid, olivo y cereal. La caída del
Imperio Romano y el intento de restauración del mismo, llevado a cabo por los
bizantinos, terminaron con la llegada de los visigodos, que expulsaron a los
bizantinos de estas tierras a comienzo del siglo VII d.C. No obstante, la ocupación
bizantina de la Sierra de las Nieves fue únicamente nominal, estableciendo su centro
de acción en Málaga. Bizantinos y visigodos dejaron escasos vestigios en la comarca,
debido, entre otros motivos, a su corto periodo de tiempo ocupando la Sierra, máxime
cuando se avecinaba la otra gran cultura presente en el devenir histórico de la
misma: la islámica.
Es durante esta época cuando la Sierra de las Nieves alcanza su
máximo esplendor social y económico, mientras surgen los actuales núcleos de
población alrededor de las fortalezas, que rigen consecutivamente omeyas (emirato y
califato), almorávides, almohades y nazaríes. Dicho esplendor tan
sólo se vio perturbado por la rebelión de los mozárabes, acaudillada por el muladí
Omar ben Hafsún a finales del siglo IX, que traerá en jaque al emirato omeya de
Córdoba. Durante la revuelta de la población mozárabe, más otros sectores opositores
al poder omeya, la Sierra de las Nieves se postula como escenario primordial en
dichos avatares de la historia, jugando sus gentes y fortalezas un papel
determinante. Pero la historia de la comarca está inserta en la de
todo Al-Andalus y ésta se supedita al franco retroceso de sus fronteras frente al
empuje de la corona de Castilla. En 1481 se abre el último periodo de la conquista
del reino nazarí, último bastión de lo que fue Al-Andalus, que culminará en 1492 con
la toma de Granada. En 1484 los castellanos, tras unas semanas de asedio conquistan
Alozaina, cayendo al año siguiente todas y cada una de las plazas fuertes de la
Sierra de las Nieves. La conquista cristiana no supuso una
inmediata expulsión de la población musulmana, que convertida al cristianismo
soportó la constante ruptura de los acuerdos de las capitulaciones. Esta situación,
agravada por las inspecciones de la Inquisición, desembocará en la rebelión de 1568,
que afecta al antiguo reino de Granada. En nuestra comarca la rebelión se focaliza
en Istán, donde los moriscos se amotinan en el fuerte de Arboto, junto con otros
moriscos provenientes de otros lugares cercanos de la comarca. En septiembre de 1570
son derrotados por el Duque de Arcos y deportados al año siguiente al interior de la
península. Tras la rebelión de los moriscos en 1568 la Sierra de
las Nieves no sufrirá nuevas convulsiones, dignas de reseñar, hasta principios del
siglo XIX con la Guerra de Independencia contra los franceses. La ocupación francesa
asoló la Sierra de las Nieves, volando los castillos y baluartes defensivos, tal y
como ocurrió en El Burgo, y expoliando el rico patrimonio artístico de la comarca.
Durante la Guerra de la Independencia, en la torre-vigía de Yunquera se instaló el
alto mando del ejército que defendió la Sierra de la invasión francesa.
La lucha contra el ejército francés desencadenará la aparición de un fenómeno social
de hondo calado en nuestra comarca: el bandolerismo. Ligado, en origen, a las
guerrillas contra las tropas galas, acabará por ser un acto más de delincuencia
común, atemperado, a veces, con un trasfondo de justicia social, robando al opulento
para repartirlo entre los desfavorecidos. Para llegar a nuestros
días Clío, musa de la historia, tendrá que llorar la guerra fraticida que acaeció en
los años 30 del siglo XX. En la actualidad, la Sierra de las Nieves entra plenamente
en la Sociedad de la Información y la Comunicación, sin renunciar a los excelentes
valores naturales y patrimoniales que la caracterizan. |