Toda la Reserva se encuentra claramente en zona de clima mediterráneo, por lo que
las características fundamentales de este tipo de clima se manifiestan en todo el
territorio.
El ciclo anual comienza con un otoño templado, donde a medida que avanza
la estación las precipitaciones se hacen frecuentes. Ya en diciembre, con la entrada
del invierno, llegan los meses más fríos, enero y febrero, que junto con marzo,
también suelen ser los más lluviosos, y por ello, donde se presentan las nevadas. A
partir de entonces, con la llegada de la primavera las temperaturas suben e
igualmente se van haciendo menos frecuentes y abundantes las lluvias. El verano,
prácticamente seco, alcanza su máxima expresión en los meses de julio y agosto, los
más cálidos.
Sin embargo, y bajo esta situación general de clima mediterráneo, la confluencia de
tres factores fundamentales, como son la situación latitudinal de la zona, la
influencia de los cercanos Mar Mediterráneo y Océano Atlántico, y el fuerte
gradiente de altitud que se da en las sierras, posibilita que este tipo de clima se
manifieste en muchas de sus diversas variaciones, atendiendo sobre todo a las
temperaturas a lo largo del año y la abundancia de las precipitaciones.
En la primera cuestión, es decir, las temperaturas, la altitud y la mayor o menor
influencia del mar provocan diferencias palpables entre las distintas zonas. En el
área sur de la Reserva, la más cercana a la Costa el Sol, así como el área abierta
hacia el valle del Guadalhorce, la poca altitud y el efecto estabilizador del mar
producen una suavidad en las temperaturas que lleva a disfrutar de inviernos más
suaves y veranos no excesivamente calurosos. Por otro lado se encuentran las zonas
norte y noroeste, en las que aunque la altitud aún no es mucha, la barrera montañosa
que crean las sierra no permiten la llegada de la influencia marina, por lo que
existe un marcado efecto continental que lleva a que se presenten inviernos más
crudos, incluso con heladas en los meses más fríos, y veranos calurosos. Por último,
en la zona central de la Reserva, donde están los grandes macizos montañosos, el
efecto de la altitud es el dominante y a él se une también la continentalidad. Por
ello los inviernos son duros, con medias que no pasan los 10º, y son frecuentes las
nevadas heladas y ventiscas. Los días de verano por su parte suelen ser calurosos,
debido a la alta radiación solar, aunque durante las noches refresca bastante.
Centrándose en las precipitaciones, los principales factores condicionantes son la
orientación y de nuevo la altitud. Aunque la distribución a lo largo del año es muy
irregular, puede considerarse, en cuanto a las cantidades de precipitación, toda la
zona como lluviosa. Esto es motivado porque los frentes atlánticos que penetran por
el oeste desde el cercano estrecho de Gibraltar, apenas ha encontrado hasta llegar
aquí altitudes que les hagan descargar en lluvia su gran humedad. Por ello, en las
laderas y cumbres de la parte occidental de la Reserva es donde se alcanzan los
mayores registros pluviométricos, siendo éstos menores a medida que atravesamos la
comarca hacia el este. Así los valores de precipitación media anual oscilan entre
los más de 1.800 l/m2 que se alcanzan en las zonas cercanas al Torrecilla y los algo
más de 600 l/m2 de las zonas más bajas de la campiña de Guaro.
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