CABREROS Y
PASTORES
La Sierra de las Nieves, gracias a sus
especiales condiciones fisiográficas
(relieve, vegetación, clima, etc.) ha sido
un lugar que ha propiciado la actividad
ganadera, centrándose ésta, casi
exclusivamente, en la ganadería lanar y
caprina. Por tanto, cabreros y pastores
suponen hoy en día, y antaño muchísimo más,
oficios que dieron sustento a muchos
habitantes de nuestra comarca, aun siendo un
trabajo duro, de sol a sol y todos los días
del año. No obstante, pastores y cabreros
llevaron su condición de tales con la mayor
dignidad humana que cualquier persona
pudiera desear para consigo.
Junto a la vivienda habitual de estos
profesionales de la ganadería se ubicaban
los corrales y tinados, en los cuales se
encerraban a las reses. Los corrales, antes
de la llegada de las modernas alambradas, se
erigían con muros de mampostería, a veces
encalados, o con vallas y empalizadas. En
cuanto a la vivienda se refiere, hay que
decir que su tipología dependía del peculio
de cada propietario. La tipología de
vivienda más usual era la choza, que se
construía sobre la base de un muro de
piedras, trabadas en seco la mayoría de las
veces, sobre el que se disponía una armadura
de madera que a su vez sustentaban una
cobertura vegetal compuesta por hojas de
palmito, brezo, etc.
En contados casos, la tipología de la
vivienda habitual de pastores y cabreros
respondía al de una casa levantada con muros
de piedra consolidados con cal y arena,
revestidos y blanqueados con cal. Encalado
que ayudaba a consolidar la construcción, a
mantener las habitaciones frescas en el
verano, merced a su color, y a higienizar el
hábitat, dadas sus características
desinfectantes.
Las características de estas paupérrimas
viviendas se debían a que en muchos casos
éstas se localizaban en plena Sierra y
habían de aprovechar los materiales que en
sus alrededores se daban. En la Sierra se
encuentran también toscas majadas (refugio
de pastores) utilizándose también como
guaridas las numerosas cuevas, que
dotándolas de un parapeto de piedra acogían
en su interior a animales y seres humanos.
Aunque la vida del cabrero o del pastor
puede calificarse de extrema dureza y llena
de sinsabores, también comporta beneficios
muy reseñables, entre los que cabe
mencionar, el consumo de leche fresca
diaria, utilizada para hacer queso, y la
carne procedente de chivos y corderos
lechales. No hay que olvidar tampoco el
privilegiado conocimiento que estos
profesionales del campo tenían de su
entorno, desde las plantas medicinales hasta
las colás, trochas y vereas que conducían de
un lugar a otro de la Sierra, pasando pon un
sinfín de elementos de la cultura de
transmisión oral, transmitida de padres a
hijos y anclada en la memoria y el recuerdo.
Con el zurrón a las espaldas, honda en mano
y la ayuda de algún que otro can, pastores y
cabreros bajaban las piaras desde las frías
cumbres hasta el valle, de clima más suave,
para que pasaran allí el invierno. Se
trataba de una trashumancia de corto
recorrido, pues en el verano los rebaños
retornaban a las tierras altas de la Sierra
para aprovechar los pastos más frescos y
tardíos de estos lares.
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