LOS
CARBONEROS
Uno de los oficios más enraizados en la
comarca era el de carbonero. El carbonero
desarrollaba un trabajo muy duro bajo
situaciones meteorológicas de todo tipo.
Durante la elaboración del carbón no había
tiempo para el descanso ni el sueño. Tanto
de día como de noche el carbonero debía
controlar varios hornos que se encontraban
en diferentes fases del proceso, lo que
exigía una vigilancia continua.
El aspecto del carbonero era casi
fantasmagórico, con la cara oscurecida por
el carbón y las ropas rasgadas por la leña.
La alimentación no era variada y su lugar de
trabajo era el monte. A pesar de la dureza
de su trabajo, el carbonero era una persona
que aceptaba su oficio con dignidad.
Obtención de carbón vegetal
La preparación de la leña dependía de su
tipo y del lugar dónde ésta se encontrara.
Si se trataba de leña de árboles trasmochos
(alcornoque, castaño, quejigo, encina) se
cortaba el árbol por el tronco y una vez en
el suelo se podaban las ramas y se troceaba
el tronco. En el caso de que utilizara leña
de rama (jaras, enebros), se procedía a
eliminar las puntas y ramas delgadas
inservibles para la obtención del carbón.
Ahora había que elegir y preparar el suelo
destinado a la elaboración del carbón,
siendo su forma, más o menos, circular. El
suelo del horno había que compactarlo
mediante el apisonado de la tierra para
imposibilitar la entrada de aire a través
del mismo, ya que si existieran corrientes
sería muy difícil controlar el fuego durante
la carbonización.
Una vez limpio el suelo y colocada la leña
en los alrededores comenzaba la fase de
armado del horno. En primer lugar, se
clavaba un palo verticalmente en el centro
del ruedo. En segundo lugar, se colocaba la
leña alrededor del palo formando un cono y
procurando que quedara uniformemente
distribuida para que de este modo se
redujera el número de grietas durante la
cocción.
Sobre el horno se colocaba una capa de
helechos, hierba, musgo u hojarasca. En este
momento se procedía a la extracción del palo
que se había colocado en el centro y se
taponaba el agujero (futura chimenea) para
impedir la entrada de tierra de la última
capa. La cubierta es la que aísla la madera
del exterior para que el oxígeno del aire no
la incendie. La correcta carbonización no es
más que la combustión lenta e incompleta de
la madera por falta de oxígeno.
Cerca del horno se encendía una pequeña
hoguera y las brasas obtenidas se iban
introduciendo a través de la boca del horno.
Una vez que el fuego alcanzaba la fuerza
suficiente para no extinguirse se tapaba la
chimenea. En este punto se procedía al
tapado de la chimenea, primero con helechos
y más tarde con tierra. A partir de ahora la
vigilancia debía ser exhaustiva, sobre todo,
durante las primeras diez horas, momento en
que comenzaba la carbonización de la corona.
Durante la carbonización la leña iba
perdiendo volumen por lo que había que
golpearla y de esta forma compactar el
carbón ya hecho y reducir los huecos que se
producían.
Si la cocción era demasiado rápida, el
carbón se quemaba, obteniéndose carbonilla.
Si la cocción era demasiado lenta, el carbón
tendrá zonas mal cocidas, consiguiendo tizos
(leña de carbonización incompleta). Por
estas razones, el carbonero tenía que abrir
agujeros de ventilación en aquellas partes
con menor temperatura y taponar las zonas
con mayor temperatura, procurando alcanzar
una intensidad homogénea del fuego en las
diferentes alturas del horno. La
carbonización se desarrollaba de arriba a
abajo y del centro hacia la superficie. El
tiempo de duración de este proceso variaba
en función del tamaño del horno, rondando la
semana.
Una vez terminada la cocción se procedía a
apagar y enfriar el horno para lo cual se
removía la tierra quemada con el fin de
cerrar los poros de ventilación y así apagar
los pequeños focos de fuego que todavía
quedaran en el interior.
Tan sólo resta el envasado y transporte del
carbón. El envasado era realizado por los
propios carboneros, para tal fin se hacía
pasar una cuerda a modo de pespunte por el
perímetro de la boca del saco. Para terminar
portaban los sacos a hombros y los llevaban
hasta el cargadero. El transporte más
utilizado eran las bestias de carga que
conducidas por arrieros llevaban el carbón a
sus lugares de destino.
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